Durante la adolescencia, estos fenómenos generan una resistencia al efecto de la insulina, misma que se observa en personas que viven con diabetes cuando con las mismas dosis de insulina y cantidades de alimento, no se evitan las glucemias elevadas (hiperglucemia).
En las niñas es habitual observar dicha condición a partir de los 9 años y en los niños entre los 10 y 11 años. En este momento no hay que pensar que se está haciendo algo mal, más bien que se requiere una dosis mayor de insulina, además por el aumento de estatura también se requerirá más comida.
Otro evento de la pubertad es madurar el pensamiento, los adolescentes buscan independencia en la toma de decisiones, su identidad y pareja sentimental. Retan frecuentemente a sus padres y maestros cuestionando sus decisiones, en este sentido, es importante que los padres y cuidadores primarios reconozcan que el adolesecente ya puede participar en el control de su condición.
La comunicación efectiva en las familias es indispensable para rebir la adolescencia con asertividad, escucharlos con franqueza y permitirles expresarse y tomar decisiones es indispensable para mantener el mejor control posible.
En todo el planeta se observa que en esta etapa el control metabólico empeora, es una etapa donde es importante acudir con el equipo médico para hacer ajustes adecuados de las dosis de insulina, la alimentación y el ejercicio.
Es importante tomar un enfoque centrado con la persona que vive con diabetes; la educación en diabetes es fundamental para lograr el (la) adolescente no viva una sensación de espionaje continuo de quienes lo rodean.