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Reconfigurando la historia

Por Dra Martha Rangel Hernández | Texto ganador del concurso de ensayos del Diplomado de Formación de Educadores en Diabetes

La mayor de sus cuatro hijos. Tu padre de 23 años y tu madre apenas 15 años cuando arribaste a este planeta. Te enseñaron a buscar ser siempre la mejor. Así que, conforme a lo estipulado en tu núcleo familiar, creciste siendo de las mejores estudiantes prácticamente toda la vida. Decidiste estudiar Medicina, querías dar servicio, aunque eso representara menos vida social, más horas de estudio y menos horas de sueño.Te aferraste a una meta. Elegiste una especialidad: Medicina Familiar; según tú, te permitiría dedicarle tiempo a tu familia. Ésa que formaste una vez terminada la carrera y con la cual llegó tu maravillosa hija.

Empezaste tu vida laboral y descubriste que querías más. Quisiste ser jefa en tu Unidad de Servicio y estudiaste la maestría porque te visualizaste siendo la directora de ese lugar. Así transcurrieron seis años donde lo diste todo por tu trabajo; invertiste día y noche haciendo que tu clínica fuera la mejor. ¡Espera! Dijiste que querías equilibrar tu trabajo con lo familiar. ¿Y qué pasó? Estuviste concentrada en otras cosas, desvelándote, planeando estrategias para tal o cual proyecto, hasta que después de prisas, estrés, cansancio, ansiedad, angustia acumulada, tu cuerpo decidió no aguantar ni un día más y a tus 35 años apareció dolor de pecho y una especie de crisis convulsiva mientras dormías, que si no se hubiera detenido cuando estuviste totalmente consciente, hubieras pensado que estabas debutando con epilepsia.

Ese fue el día en que decidiste poner atención a las cosas que tu cuerpo intentó gritarte por años y que te rehusabas a escuchar. Tu realidad: glucosa anormal en ayuno, colesterol bueno bajo, colesterol malo alto, triglicéridos altos, y por primera vez llegaste a obesidad grado I.

¿Y cómo no sucedería si comías una vez al día y en ocasiones el dolor de cabeza y el mareo a las 7:00 pm te recordaban que no habías comido nada en todo el día?

Te percataste que llevabas tres tratamientos para una infección urinaria. ¿Prediabetes e infección urinaria? ¡No lo creo! La verdadera angustia surgió: ¿Y si es diabetes? ¿A los 35 años? ¡Pero si eres médico! ¡Jefe de Servicio! ¡Esto no puede estar pasando! Y con todo el horror del mundo para alguien a quien la vida ha tratado tan bondadosamente, te hiciste una curva de tolerancia a la glucosa. No recogiste los resultados y los revisaste una semana después por internet. Te morías de miedo. Desorbitaste los ojos y el mundo se detuvo cuando

viste un enorme 126 en los resultados. ¡Te paralizaste! Sabes que 126 mg/dl de glucosa en ayuno o más son diagnóstico de diabetes y en tus resultados había un temible 126. Dejaste de ser médico. No se puede ser médico y paciente a la vez. Alguien dijo: para el paciente es una sentencia de muerte… y se quedó corto, porque viste transcurrir el resto de tu vida en un segundo: ¿Moriré? ¿Qué tan joven? ¿Qué tan mal? ¿Alcanzaré la adolescencia de mi hija? ¿Mi esposo me seguirá amando cuando se lo diga? ¿Querrá tocarme otra vez? ¿Besarme siquiera? ¿Disminuirá mi libido? Ni todos los  conocimientos médicos que posees podrían generar esas respuestas. Curioso. No hubo lugar para algo relacionado con el trabajo. El trabajo, excusa perfecta para el inicio de tu autodestrucción. Fue lo último que pudiste pensar. Rodaron por tus mejillas lágrimas de incertidumbre y de dolor, de miedo, de tristeza. ¿Qué hiciste? ¿Qué te hiciste? De pronto, una luz en medio de la oscuridad: 126 mg/dl de glucosa en una curva de tolerancia a la glucosa a las dos horas es normal. ¡Normal! Entonces entendiste que no puedes seguir intentando destruirte. Que tienes maravillosas razones por las cuales vivir y luchar todos los días: tu hermosa familia. Llegar a casa y escuchar un “¡Hola, mami!” con la voz más tierna del mundo y esa dulce mirada que te dice: “¡Qué bueno que llegaste y que estás bien! ¡Cuánto te amo!” ¿Qué más se puede pedir? Ellos merecen que te esfuerces por regresarle la salud y mostrarle la verdadera felicidad a la persona que aman infinitamente… a la persona, no a la doctora; el título es meramente circunstancial..

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