El placer y la nutrición pueden ir de la mano
¿Alguna vez te has preguntado por qué comemos? La primera respuesta que seguramente te venga a la cabeza es que lo hacemos para sobrevivir. Y es cierto. Pero hay otras razones por las que nos alimentamos. Veamos cuáles son…
Como dijimos, la principal razón es obtener suficientes calorías para vivir pues las funciones biológicas requieren la energía que dan los alimentos. Pero la realidad es que también comemos para sociabilizar, regular nuestras emociones, moderar el nivel de estrés o sentirnos parte de un grupo social al que nos importa pertenecer.
También se sabe que los humanos somos seres “deseantes”: vivimos buscando placer. Comer es uno de los principales comportamientos relacionados con la supervivencia. Como tratamos de obtener placer, buscamos alimentos que lo brinden.
Como explico en mi libro No dieta, “para bien o para mal, los humanos que disponemos de comida regularmente, modulamos nuestra conducta ingestiva más allá del hambre. De hecho, la mayor parte de las decisiones relacionadas con la comida y con la bebida no tienen ninguna relación con el hambre ni con la necesidad real de energía. Comemos porque es la hora, porque se festeja un cumpleaños en la oficina, porque la abuela cocinó, porque estamos nerviosos, aburridos, ansiosos, estresados o, simplemente, porque nos gusta y la distancia entre la boca y ese alimento es más corta que nuestro brazo. Finalmente y fundamentalmente, comemos lo que nos gusta. El placer determinará gran parte de nuestras elecciones. Al no comer por hambre tampoco regularemos el fin, la saciedad, mediante los mecanismos fisiológicos“.
El problema es que el acto de comer se ha convertido en ejercicio intelectual. Ya no comemos necesariamente cuando sentimos hambre ni lo que tenemos ganas. Actualmente comer implica más que llevar el tenedor a la boca: contar calorías, leer etiquetas nutricionales, cuidar la higiene y la cocción, cuidar el medio ambiente, consumir productos sin aditivos ni fertilizantes y, como si fuera poco, adaptarse a las modas nutricionales y gastronómicas.
Así, lamentablemente, enfermedades crónicas relacionadas con el estilo de vida como la obesidad y sus comorbilidades o sus opuestos, es decir, la ortorexia, la bulimia y anorexia nerviosa cobran un mayor protagonismo.
Las señales que hacen que comamos obedecen a factores relacionados con el medio en el que vivimos y nuestras emociones o sensaciones. Se podría decir que existen cuatro subsistemas entrelazados que explican nuestro comportamiento alimentario:
Estos subsistemas influenciados por componentes sociales y de medio ambiente determinan cómo, qué, con quién, dónde, cuándo y cuánto comemos.
Las personas estamos enfrentadas a demandas contradictorias: comer o trabajar, pasear o estudiar, dormir o leer, realizar ejercicio o mirar televisión. A menudo, el sistema de recompensa nos ayuda a establecer prioridades. ¡Ahora haz esto, pues te otorga placer, ya sea inmediato o futuro; luego, harás lo otro! El placer de un alimento o bebida funciona como una guía hacia aquello que potencialmente resultará placentero.
En general, los comportamientos relacionados con la supervivencia (comer, beber, reproducirse) son placenteros. Si así no fuera, la población mundial habría decrecido o estaríamos directamente en peligro de extinción.
