Para mí la noticia fue impactante, tenía 19 años y era estudiante del segundo año de medicina, aún no contaba con todo el conocimiento ni la información adecuada de la condición, fue una manera de aprender en vida propia qué es la diabetes. Sentí que era el fin de mi vida, que se acababa el mundo, pero tuve un gran apoyo para seguir adelante, mi pilar fundamental: mi familia.

Al principio la adaptación fue radical. Realicé cambios drásticos en la manera de comer, medía mi glucosa y, sobre todo, utilizaba insulina, algo que era visto como algo de gravedad, aunque hoy en día sabemos que no es así.

Como parte de mi formación médica, y aplicándolo a mi vida diaria, tomé el diplomado de educación en diabetes y fue cuando terminé de comprender que la diabetes no implica limitaciones para llevar una vida plena. Sí se puede vivir con diabetes.

Como cada una de mis batallas en la vida, mi familia es un pilar fundamental ya que, desde el momento de mi diagnóstico, el proceso de aceptación y hasta el día de hoy están a mi lado sumándose a un estilo de vida más saludable.

En algún momento pensaron que como personal de la salud iba a estar exento de algún tipo de enfermedad, pero no somos indestructibles, también sentimos y nos enfermamos, pero aquí estoy trabajando arduamente para quienes vivimos con esta condición.

Uno de mis grandes logros ha sido mi desarrollo profesional como médico, ya que me enfrenté durante mi formación a varios retos cotidianos como los horarios de comidas que no son flexibles, los momentos de estrés para el ajuste de insulina y los días de guardia sin dormir, pero al final del día todo lo hago por cambiar vidas a través de mis conocimientos.

Enfrentarme a estos retos me impulsó a buscar otro objetivo en mi vida: ser educador en diabetes combinando mi formación académica con experiencia de vida, reflejándolo en mi práctica profesional con mis pacientes, logrando una mayor empatía y, sobre todo, con la satisfacción del buen control de mis pacientes.

La familia es el motor como apoyo principal, ya que son las personas con las que convivimos a diario, que pueden influir en nuestras decisiones y apoyarnos en nuestro cuidado.

Es importante que ellos se involucren en el control, desde la alimentación, hábitos, actividad física y tratamientos, hasta los retos de cotidianos, todo esto mediante la gran herramienta que es la educación en diabetes.