La Asociación Americana de Diabetes (ada)1 define a la Diabetes Mellitus Gestacional (dmg) como aquélla diagnosticada por primera vez después del segundo trimestre del embarazo. Las mujeres con diagnóstico previo a la gestación o durante el primer trimestre se clasifican como diabetes preexistente o pregestacional.
La Federación Internacional de Diabetes (idf) estimó que, en 2013, 16% de los embarazos a nivel mundial se complicaron con diabetes. Se desconoce la prevalencia exacta de DMG en México, pero estudios realizados por el Instituto Nacional de Perinatología (INPer) estiman que entre 10 y 30% del total de embarazos cursa con esta condición.2,3
La dmg se caracteriza por niveles elevados de glucosa en la sangre durante el embarazo. En la segunda mitad del embarazo la placenta libera hormonas con acción opuesta a la insulina, generando resistencia a su acción y ocasionando en algunas mujeres un incremento de la glucosa en la sangre. Los factores de riesgo para dmg son la obesidad, historia familiar de diabetes tipo 2, incremento excesivo de peso durante el embarazo, resistencia a la insulina, entre otros.3
La dmg pone en riesgo a la madre y recién nacido. La madre presenta mayor riesgo de preeclampsia, hipertensión, parto prematuro, infecciones urinarias, nacimiento vía cesárea, entre otros. Los niveles altos de glucosa cruzan por la placenta al feto y estimulan la producción de insulina, ocasionando su crecimiento excesivo e incrementando el riesgo de tener un peso al nacer mayor de 4 kg. En el recién nacido ocasiona cifras bajas de glucosa y calcio y dificultad respiratoria, entre otras.1,3 Además los hijos de madres con dmg presentan mayor riesgo de obesidad y dm2 en el futuro
La epidemia de obesidad y sobrepeso en México ha ocasionado un incremento en la prevalencia de dm2 en mujeres en edad reproductiva, desgraciadamente, muchas no son diagnosticadas oportunamente e inician un embarazo sin conocer su condición. Se recomienda que todas las mujeres con factores de riesgo para dm2 (obesidad, historia familiar, edad materna avanzada, etcétera) realicen una prueba para descartar la condición en la primera consulta prenatal.
Existen diferentes pruebas disponibles para el diagnóstico que consisten en medir la glucosa en ayuno y posterior a tomar un líquido que contiene glucosa. Si uno o más valores resultan elevados se realizará el diagnóstico de dmg4.
El 80-90% de las mujeres con dmg podrán ser tratadas solo con cambios en el estilo de vida.
Una alimentación saludable será clave en el éxito del tratamiento, se recomienda la valoración por un nutriólogo que elabore un plan de alimentación personalizado según las necesidades de la madre y el feto. Los objetivos son mantener niveles de glucosa normales, incremento de peso materno apropiado y el óptimo crecimiento del feto. Se recomiendan 150 minutos de actividad física moderada a la semana.4 Algunas mujeres no logran normalizar su glucosa a pesar de estos cambios por lo que deberán utilizar fármacos como metformina, glibenclamida o insulina subcutánea para evitar complicaciones. Estos fármacos son seguros en el embarazo.3,4
La mayoría de las mujeres con dmg se curan al termino del embarazo, sin embargo, todas deberán repetirse la prueba para descartar dm de 4 a 12 semanas posteriores al parto para reclasificar el diagnóstico en glucosa normal, prediabetes o dm2. Las mujeres con antecedente de dmg presentan mayor riesgo de dm2 en el futuro por lo que se recomienda que se realicen un test para descartar dm2 al menos una vez cada tres años. Un estilo de vida saludable (alimentación correcta, ejercicio regular) les ayudará a prevenir la aparición de dm2.4
