La familia, la diabetes y la tercera edad
Dra. EDC Martha Rangel Hernández
Así como los seres humanos no estamos preparados para estar enfermos, tampoco lo estamos para el envejecimiento. Quizás inconscientemente pensamos que la juventud nos durará eternamente, sin embargo, la vida nos va enseñando que no es así. Todos deberíamos estar conscientes de que los años pasarán y que, dependiendo de cómo actuemos a lo largo de la vida, viviremos en nuestra vejez.
En 2010, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que uno de cada 10 habitantes del país son adultos mayores y que uno de cada cuatro hogares vivía una persona mayor de 60 años.
La discapacidad es un problema de salud pública entre los adultos mayores, casi la mitad de ellos (47.8%) sufre alguna forma de discapacidad: funcionales (22%), cognitivas (18%) y visuales (16%); es decir, uno de cada cuatro requiere ayuda para las actividades básicas de la vida diaria (ENSANUT 2012).
Hasta agosto de 2010, dos mil 230 adultos mayores habían sido diagnosticados con diabetes en México, por lo que el apego a tratamiento y el buen control de esta condición es un verdadero reto para el paciente y su familia, ya que se enfrentan a situaciones como la coexistencia de otras condiciones médicas que implican la toma de múltiples medicamentos. Si el paciente sufre problemas de memoria puede tomar dosis doble de medicamentos u omitirlos. Las limitaciones físicas dificultan la realización de ejercicio, fundamental en el tratamiento de la diabetes. Otro elemento importante es la alimentación: la dentadura completa asegura un adecuado aprovechamiento de los nutrientes, ya que la digestión inicia desde la masticación.
Contar con un adulto mayor en la familia representa un verdadero compromiso. Si bien existen muchos adultos mayores que son absolutamente independientes, debemos observarlos e identificar el momento en que requieren apoyo, ya que cuando están íntegros, con toda la experiencia que han adquirido a lo largo de la vida, sienten que les hacen faltan alas para hacer cosas; sin embargo, reconocer que a veces el cuerpo ya no reacciona como antes es difícil de aceptar.
Si eres un adulto mayor que se encuentra en este proceso, no temas pedir apoyo a tus seres queridos. Y si tú eres un adulto joven que tienes en casa o en tu vida a un adulto mayor, no lo dejes solo, aunque él o ella lo pidan porque en el fondo requieren de todo el amor, cariño y comprensión que la familia pueda otorgarles tanto por su salud en general como porque esta etapa de la vida así lo demanda.


