La obesidad infantil en México se ha vuelto un tema de salud muy importante en los últimos años. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino (ensanut) 2016 hay una prevalencia nacional de obesidad y sobrepeso en niños de 33%, y prácticamente no ha disminuido desde 2012. Los niños con este problema se concentran más en las ciudades y se ha demostrado que las causas son claras, siendo principalmente la alimentación incorrecta (poco consumo de verduras, frutas y leguminosas y alto consumo de bebidas azucaradas, botanas, postres, cereales, dulces, etcétera) y la falta de actividad física (la mayoría de los niños hacen menos de 60 minutos de actividad física al día).

E
s importante puntualizar estos datos para reconocer que los riesgos de un niño que vive con obesidad son muchos; desgraciadamente, conforme ha aumentado la prevalencia de obesidad en los niños ha incrementado el riesgo de los niños de desarrollar enfermedades y condiciones “de adultos” como diabetes, hipertensión arterial, apnea del sueño, alteraciones en los lípidos e hígado graso no alcohólico; además de alteraciones en el crecimiento debido al sobrepeso, problemas de columna tipo lumbalgias y, de manera crónica, otras alteraciones a nivel de la cadera y la columna por el peso excesivo que sus huesos llegan a cargar.
Lo positivo es que existen muchas maneras de prevenir que la obesidad afecte a nuestros hijos y así evitar riesgos que afectarían su calidad de vida.
Es necesario tener en control el peso del niño apoyándose con un profesional de la salud. No basta con verlos “flaquitos o gorditos” para que tengamos que acudir al médico o con el nutriólogo. Si se está llevando un control y registro periódicos, entonces nos podemos dar cuenta si existe algún cambio negativo y poder tomar acciones a tiempo.
Se han realizado estudios en los que se demuestra que las intervenciones en el estilo de vida del niño una vez que ya hay obesidad, no son tan efectivas como las intervenciones que se pueden llevar a cabo antes de que el niño se encuentre con peso excesivo.
Además de estar llevando un control constante del peso del niño, hay que procurar que el ambiente en el que viva sea saludable; es decir, que toda la familia mantenga hábitos saludables, que se consuman frutas y verduras diariamente, que se eviten las bebidas azucaradas y las golosinas o postres frecuentes. Si los niños observan que toda la familia tiene estos hábitos será más fácil que los adopten y que no perciban el “no hay postre” como un castigo.

Así como con los alimentos, es importante que el niño observe que en su entorno se realiza ejercicio normalmente. Si los niños aprenden que el ejercicio es un momento de diversión y de convivencia con amigos y familia será más fácil que mantengan ese hábito y no ganen peso por un exceso de sedentarismo.
El tiempo que los niños permanecen frente a pantallas y dispositivos electrónicos es otro factor que puede determinar que un niño desarrolle obesidad, ya que al incrementar el tiempo sentado se gasta menos energía, por eso hay que evitar que los niños pasen más de 30 minutos al día frente una pantalla.
