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Se cumplieron 95 años del descubrimiento de la insulina

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or Europa y América hay millones de personas (viviendo) con diabetes, miles de ellas muriendo. Hay niños… Hay hombres y mujeres jóvenes en la plenitud de sus vidas, sedientos, que beben y continúan teniendo sed… y también mueren”, era la manera como se expresaba el médico y bacteriólogo Paul de Kruif, antes de que Frederick Grant Banting y su ayudante Charles Best descubrieran la insulina.

En el verano de 1921, Frederick Grant Banting, en su habitación de la Universidad de Toronto, experimentaba tratando de salvar la vida de perros con diabetes. Eran días en que los médicos científicos aseguraban que era imposible dar con la insulina. Nadie imaginó que un recién graduado como Banting iba a encontrar algo que ayudaría a prolongar por décadas la vida de las personas que viven con diabetes. El día 27 de julio era el último de las ocho semanas solicitadas para los experimentos con perros y se presentaba la oportunidad de comprobar ese presentimiento que movía su espíritu científico. Había expirado el plazo y un perro flaco yacía tendido sobre la mesa.

Nueve días antes, Banting le había extraído el páncreas y el animal iba de mal en peor. Con una jeringa, Banting extrajo de las venas del perro muestras de sangre y Best, delante de su colorímetro, observaba cómo el azúcar aumentaba en la sangre del perro. Para el animal era ya difícil incorporarse y apenas podía mover la cola. Estaba horriblemente sediento, hambriento, era exactamente igual a un grave caso de diabetes humana. Careciendo de páncreas, el cuerpo del animal no podía, sencillamente, quemar el azúcar.

Era el último perro que quedaba así que alistaron todo para un primer experimento y, luego de inyectar el extracto de páncreas en el perro, su nivel de azúcar en la sangre bajó de 0,2% a 0,12% en una hora. Otros dos experimentos mostraron un éxito similar. Llegado el momento de experimentar con humanos, Banting y Best se inyectaron la insulina para demostrar que no hacía daño a los seres humanos. Luego inyectaron a personas con diabetes alojadas en el Hospital General de Toronto obteniendo resultados favorables. Ante la evidencia de los avances conseguidos por Banting, se sumó al equipo de investigación el profesor John McLeod.

Finalmente la Insulina de Banting desorientaba el curso de la diabetes y abrió las puertas hacia un mejor futuro. Por el descubrimiento de la insulina, MacLeod y Banting recibieron en 1923 el Premio Nobel de Medicina ante las protestas de Banting quien no estaba de acuerdo con la inclusión del primero en lugar de Best, por lo que repartió con este último su parte de Nobel.

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