El crecimiento y desarrollo de los niños es un proceso en el que intervienen múltiples factores. Además de una alimentación balanceada y actividad física, se debe considerar al sueño como un elemento por demás importante.
En la actualidad, el uso de aparatos electrónicos como celulares, tabletas, videojuegos, e inclusive la televisión es parte del estilo de vida de los niños; sin embargo, la luz que emiten estos objetos altera notablemente el ciclo del sueño.
Durante la etapa de desarrollo, el ciclo del sueño en los niños determina la calidad de su descanso y crecimiento porque es cuando la hormona de crecimiento alcanza su máximo nivel de segregación: poco después de que los niños se quedan dormidos.
La luz que emiten los dispositivos electrónicos se vuelve nociva sobre todo por la noche, aún más que la de los focos y las lámparas, porque altera el ritmo biológico o circadiano, que es responsable de la secreción de sustancias hormonales durante el sueño como cortisol, melatonina, prolactina y la hormona de crecimiento.
El pico máximo de segregación de hormona de crecimiento coincide con la presencia de sueño Delta profundo; es decir, durante las primeras dos horas de sueño se alcanzarán niveles de hasta 60 ng/ml. La secreción de hormona de crecimiento depende de la edad, de ahí la importancia de mantener fuera del alcance de los niños celulares, tabletas, computadoras, videojuegos y otros aparatos que puedan afectar el proceso para conciliar el sueño. Los recién nacidos duermen varias siestas durante el día además de un periodo de sueño prolongado en la noche; conforme los niños crecen, eliminan las siestas y obtienen todo el descanso requerido por la noche1. Los niños con ciclos de sueño alterados no producirán los niveles de hormona de crecimiento necesarios para su desarrollo, lo que puede desencadenar problemas de estatura y talla baja.
De acuerdo con un estudio publicado en 2011 por el equipo de investigación del Bambino Gesu Children’s Hospital en Italia, los niños con deficiencia de hormona de crecimiento dormían menos horas y, por ende, tenían un sueño de baja calidad, a diferencia de los niños que crecían normalmente y dormían el número suficiente de horas para su edad.
Es fundamental vigilar los hábitos de sueño de los niños para identificar cualquier alteración y, de ser necesario, acudir con el especialista, quien determinará si es necesario comenzar un tratamiento con hormona de crecimiento humana recombinante.
